El MCM de pie ante su Dios

El MCM de pie ante su Dios
Autor: Rubén Parra
Coordinador diocesano de MCM;
RCCES de Torreón, Coah.

En nuestro país son cada vez más los Ministerios de Canto y Música de la RCCES que ofrecen su servicio a Dios en pie.  

Te has preguntado ¿por qué lo hacen? Tal vez podríamos decir que estar de pie es indicativo de respeto, como cuando saludamos a algún personaje importante; por ejemplo, el director de una empresa, el presidente de una nación. Estar de pie es una manera de estar al pendiente de algún suceso, de permanecer alerta, de estar listos. Sin embargo, hay mucho más que decir sobre esta actitud de los músicos de Dios.

Puedo compartirte que estar de pie en el servicio de música de la Renovación, en mi experiencia, ha significado una actitud de entrega y una forma de estar listo para la batalla espiritual; una manera de estar atento a las indicaciones del Maestro, Jesús.

La liturgia nos ha enseñado que existen muchísimos signos, símbolos y gestos litúrgicos, como el estar de rodillas, sentados o permanecer en pie. Esta última postura es la que utilizamos en la oración solemne. Por eso los fieles permanecen en pie durante la gran mayoría de las oraciones solemnes de la Misa, así como en la lectura del Evangelio, expresando que desean hacer vida lo que están escuchando, dispuestos a caminar hacia Cristo.

Estar de pie es también la actitud del que está dispuesto a obedecer enseguida. En las pinturas de las catacumbas se comprueba que los primeros cristianos usaron esta actitud. Su permanencia en pie nos habla de  la libertad de los hijos de Dios, liberados del pecado.

No obstante, esta postura y la actitud que representa, en ocasiones no son entendidas e incluso son cuestionadas. Al paso de los años nos hemos dado cuenta de que algunas veces esto logra entenderse luego de un proceso, a veces largo, a veces corto. Tratar de comprenderlo, es como tratar de comprender a quien acude a peregrinar cada año, caminando kilómetros y kilómetros para visitar algún santuario de María. Sólo quien lo ha vivido, entiende por qué lo hace y lo vuelve a hacer año tras año.

Estar de pie al servir en el Ministerio de Música es una expresión de fe que debe y necesita brotar desde el corazón, sino, no tendría sentido. Es una postura que no podría ponerse como parte del reglamento del Ministerio, pues sería tanto como dar un abrazo obligado a nuestros padres, o dar un beso por obligación a una buena amiga. Estar de pie, es una actitud que simplemente se da, podríamos decir que es parte de la madurez del músico de Dios.

             Estar de pie, caminando o marchando, es algo que vemos con frecuencia en las Escrituras. No podría imaginar al ejército que acompañaba a Josué clamando y tocando las trompetas, sentados mientras el muro de Jericó se venía abajo.

            “El pueblo clamó y se tocaron las trompetas. Al escuchar el pueblo la voz de la trompeta, prorrumpió en gran clamor, y el muro se vino abajo. La gente escaló la ciudad, cada uno frente a sí, y se apoderaron de ella”. (Josué 6,20)

En esta lectura de la Palabra, podemos reflexionar y obtener una buena enseñanza.

Primero podemos observar que para que este prodigio pudiera llevarse a cabo, el pueblo debió ser obediente, aún cuando ellos no entendían que marchar en alabanza alrededor de la ciudad podría bastar para que se derrumbara la muralla que protegía la ciudad de Jericó.

Detengámonos a pensar que el pueblo comandado por Josué necesitó darle siete vueltas (caminando) a la ciudad, para después -con gritos de guerra y con el poder del Señor- derribar las murallas que protegían a Jericó.

A veces trato de imaginar ¿qué hubiera pasado si alguno de los comandantes del ejército hubiera dudado de esta extraña petición y no hubiera obedecido a las ordenanzas de su Dios? Seguramente se hubiera sentido fuera de lugar, total y absolutamente frustrado al no ser parte de tan gloriosa batalla.


Hace ya varios años, cuando externamos por primera vez a los miembros de nuestro ministerio de música esta idea de tocar y cantar de pie (con excepción del baterista), algunos no estuvieron de acuerdo, simplemente no le hallaban sentido, por más que tratábamos de explicarles. Pero todos obedecieron. Poco a poco todos fueron entendiendo este sentido de permanecer de pie en medio de la tremenda batalla espiritual que se lleva a cabo cuando los músicos de Dios están debidamente preparados.
Poco a poco todos entendieron que estar de pie equivale a estar dispuestos para Dios, que tenemos la certeza de que Él va a actuar en el momento indicado, que si nosotros obedecemos Él peleará por nosotros. Que debemos estar listos “en pie de guerra” no solo espiritual sino también física. El Señor también nos ha mostrado que al estar de pie podemos estar permanentemente alerta, abiertos a sus mociones. (1 de Pedro 5,8)

La segunda, el sacrificio. Dime tu mi hermano si no es un sacrifico caminar durante “siete días” sin parar. Para la mentalidad humana hoy en día es absurdo pensar que esto se puede hacer: caminar en silencio, sin hacer nada más que vueltas a una ciudad. Si esto nos lo pidieran ahora, a lo mejor hubiera dicho: “Cuando lleven unos 4 o 5 días me avisan y los alcanzo”. No hermano, en verdad que hicieron un verdadero sacrificio, originado en la obediencia y aún más, confiados en la promesa de que Dios les daría la victoria.

En nuestro ministerio de música hemos visto como permanecer de pie dos o tres días de retiro, puede ser un verdadero sacrificio, cargando en la espalda el peso de un bajo o una guitarra eléctrica. Sin embargo podemos tener esta certeza, de que en este sacrificio, permaneciendo de pie, podemos esperar su Victoria.

Esta es la tercer enseñanza que Dios me mostró: La victoria viene de Dios, y esta bendición de su victoria alcanzará a su pueblo si nosotros somos capaces de ser obedientes y de sacrificarnos para Dios. Nuestro Padre del Cielo nos da su victoria cuando nosotros como soldados de cualquier milicia, vamos de pie a enfrentarnos a nuestros adversarios espirituales.

Los Levitas entendían muy bien esto. Ellos cantaban y tocaban sus instrumentos de pie, alababan y clamaban a Dios con todo su corazón, hasta que la poderosa presencia de Dios descendía en su lugar de oración.

“Cuando los sacerdotes salieron del santuario, porque todos los sacerdotes que se hallaban presentes se habían santificado, sin guardar orden de clases,
y todos los levitas cantores, Asaf, Hemán y Yedutún, con sus hijos y hermanos, vestidos de lino fino, estaban de pie al oriente del altar, tocando címbalos, salterios y cítaras, y con ellos 120 sacerdotes que tocaban las trompetas;
se hacían oír al mismo tiempo y al unísono los que tocaban las trompetas y los cantores, alabando y celebrando a Yahveh; alzando la voz con las trompetas y con los címbalos y otros instrumentos de música, alababan a Yahveh diciendo:
«Porque es bueno, porque es eterno su amor»; la Casa se llenó de una nube, la misma Casa de Yahveh.
Y los sacerdotes no pudieron continuar en el servicio a causa de la nube, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Dios”. (2 Crónicas 5, 12-13)


 Los levitas permanecieron de “pie” cantando, alabando con música ungida, y en ese momento, la Gloria de Dios descendió sobre de ellos. El Señor me ha enseñado en esta bendita Renovación Carismática que Dios desciende sobre su pueblo cuando le alabamos y adoramos de corazón. Tener esta certeza, es tener victoria espiritual sobre cualquier potestad, porque en el momento en que Dios desciende y lo llena todo con su poderosa presencia, nada puede contra Él.

También en 2 de Crónicas capítulo 20, podemos leer que en el momento en que comenzaron las aclamaciones, el Señor dio la victoria a su pueblo.

“Después, habiendo deliberado con el pueblo, señaló cantores que, vestidos de ornamentos sagrados y marchando al frente de los guerreros, cantasen en honor de Yahveh: «¡Alabad a Yahveh porque es eterno su amor!»
Y en el momento en que comenzaron las aclamaciones y las alabanzas, Yahveh puso emboscadas contra los ammonitas y moabitas y los del monte Seír, que habían venido contra Judá, y fueron derrotados”. (2 Crónicas 20, 21-22)

            Yo creo que no podría imaginar en un estadio, la aclamación a favor del equipo ganador justo en el momento del gol, mientras los de la porra permanecen sentados. Pudiera calificar esto como una celebración medida, reservada y hasta dudosa. También entiendo que cuando una obra de teatro ha sido magnífica, no basta aplaudir sentados; ni puedo imaginar un concierto de una excelente banda de rock, donde los músicos toquen sentados. Y todos estos, son simplemente ejemplos del mundo. Pero nosotros cantamos y tocamos instrumentos para nuestro Dios Todopoderoso. ¿No se merece Él más de lo que nosotros somos capaces de ofrecer al mundo?

            En verdad pensemos que ninguna aclamación es suficiente para Él. Toda entrega nuestra sería insuficiente. Él es “Nunca Bastante”, como decía San Francisco de Asís. ¿Cómo podríamos quedar satisfechos ofreciendo nuestro servicio, en la batalla espiritual, alabándole, aclamándole desde una silla?

Por último, reflexionemos     que el canto celebra al Señor. Un MCM ayuda a crear un clima más festivo.

“David y todo Israel bailaban delante de Dios con todas sus fuerzas, cantando y tocando cítaras, salterios, adufes, címbalos y trompetas”. (1 Crónicas 13,8).

 “Nada más festivo y más grato en las celebraciones sagradas, exprese su fe y su piedad por el canto” (MS 16).

Una de las características de la Renovación Carismática, es el gozo, la alegría, la celebración al Señor por todo lo que Él es, por todo lo que Él hace.

 Cuando tú y yo vamos a una fiesta normalmente vamos con una actitud de celebración, ¿o no? Encontrarte con aquel amigo, familiar, o simplemente el hecho de estar conviviendo con los tuyos, te hace sentir feliz, amado, acompañado, ¿qué pasa cuando, a la fiesta del Señor vamos como pueblo a celebrar nos encontramos con un MCM pasivamente “sentado”, transmitiéndonos con esto la idea de que no tienen ánimo de celebrar? ¿Qué sucede en la comunidad cuando el MCM, entona canticos de danza y ¡que sorpresa! el MCM no danza, no hace las mímicas junto con el pueblo?

 Recordemos que los gestos corporales nos ayudan despojarnos de nuestras tensiones y problemas, y a través de las mímicas y aplausos dirigidos a Dios, el pueblo se libera. ¿Cuál debería de ser nuestra postura como MCM al momento del servicio? Si el MCM hace comunidad, es decir, como a veces decimos, “para hacer click” con el pueblo que danza y alaba de pie, es necesario unirnos a esta actitud de oración, en pie de guerra. No basta ser sólo un elemento de apoyo, es necesario brindar servicio como una comunidad unida en la celebración a nuestro Dios. Animémonos a tomar también las posturas corporales al servicio de la comunidad.

Definitivamente esta reflexión no debe considerarse como legalista o que así debe de ser y si no estás mal, claro que no. Más que eso, esta reflexión es una invitación a crecer como servidor, como adorador. Ser Músicos de Dios implica mucho sacrificio y si nuestro amor nos lleva a hacerlo así para el Señor, creo que estaremos dando muchos pasos hacia adelante en la vida comunitaria, y en el entendimiento de la Batalla espiritual. Seamos pues MCM de unidad, que junto con el pueblo, en esa necesaria unidad, celebremos. Como dice la palabra de Dios, “prorrumpamos en alabanza con alegría ante Dios nuestro Señor”. Músicos de Dios, que “el gozo del Señor sea nuestra fortaleza” (Nehemías 8,10).